Pelota manchada

Como solía decir Cristián Bozzo en las transmisiones de la Premier League inglesa: ¿No le dije que Ryan Giggs iba a gambetear por la izquierda, acomodarse para la derecha e iba a sacar un centro pasado buscando la proyección del lateral del otro sector? Bueno, Bozzo se hacía notar cuando acertaba en sus predicciones. Lo mismo hago yo.
Hace algunas semanas, en el programa "Jugo de Pelotas" (www.radiouc.cl) señalé que había que estar muy atento a lo que pasara en Argentina, pues la violencia en los estadios de fútbol había llegado al límite de lo soportable. La crisis tenía que explotar de alguna forma, y lo hizo.
Ocurrió el 7 de noviembre pasado, cuando en tan sólo 45 minutos, Boca Juniors le anotó 4 goles a Gimnasia y Esgrima de La Plata, en un partido que estaba 1-0 a favor de los platenses. El encuentro estaba pendiente desde el 10 de septiembre y había sido suspendido por una supuesta amenaza del Presidente de Gimnasia, Juan José Muñoz, hacia el árbitro Daniel Gímenez, en otro insólito episodio de violencia.
La estrepitosa caída de Gimnasia causó extrañeza. Después del cotejo se supo la verdad: el plantel del "Lobo" había recibido presiones por parte de sus propios hinchas, quienes exigían que el equipo se dejara perder para restarle opciones de campeonar a Estudiantes, el clásico rival de los "triperos", que marchaba segundo en la tabla.
Las presiones eran un poco más serias de lo que uno se puodía imaginar, pues los jugadores habían recibido amenazas de muerte. "Una bala por cada gol que hagan" prometían los psicóticos barristas. Pues estas palabras surtieron efecto. Todo el mundo vio que Gimnasia "jugó para atrás" y entregó el partido. El árbitro del match, "El Sargento" Giménez reconoció que había sido un partido "anormal". Se desató el escándalo y los jugadores del "lobo" fueron llamados a comparecer ante la justicia. No identificaron a ningún responsable por estas amenazas. Claramente movidos por el miedo, los jugadores se negaron a reconocer abiertamente a los matones.
Hace algunas horas, finalmente se sintieron las consecuencias. El gremio de futbolistas argentinos estuvo apunto de irse a paro por la inseguridad que sienten los jugadores. Ya van 9 partidos de primera suspendidos en el presente campeonato por distintos tipos de violencia, aunque la principal sigue dándose en las graderías.
Paradojalmente, el incremento de la violencia ha significado menos resguardo policial. Las autoridades trasandinas están hartas de destinar una enorme cantidad de efectivos para este tipo de eventos. Argumentan que se descuida al resto de la población. Así fue como el partido entre Racing y Boca fue suspendido, al no contar con las garantías de seguridad mínimas para el evento.
Por otra parte, se decidió que varios partidos se jugarán a puertas cerradas y en otros sólo podrán ingresar los abonados y socios del club, dejando afuera a la barra visitante. ¿Es necesario quitarle el factor público a la ecuación fútbol para eliminar la violencia como resultado?
El amago de irse a paro es la primera señal de que el problema de la violencia en los estadios se ha vuelto insostenible. Los últimos acontecimientos no hacen más que demostrar que las barras bravas son capaces de influir en los resultados de los partidos directamente y llevar a paralizar la actividad por medio de presiones.
Es hora de decisiones serias y soluciones definitivas. Como la violencia es un mal que aqueja al fútbol sudamericano y mundial en general, hay que prestar mucha atención al caso argentino para ver cómo logran salir de un laberinto que parece no tener salida. La pelota está manchada, y desde hace mucho tiempo. Es tarea de todos, ahora, limpiarla.
1 Comments:
Es tremendo el problema que tienen los chés. La violencia llegó a un punto extremo, pues en este campeonato como en ningún otro, el fútbol se ha visto totalmente inmovilizado por lo que sucede en las graderías.
Es sorprendente el poder que han adquirido las barras allá, desbordando totalmente cualquier autoridad o institución: existe una comisión especial de seguridad a cargo del señor Gallina; se arman grandes dispositivos policiales; los jugadores están preocupados. Pero no pasa absolutamente nada. Esto sigue creciendo como bola de nieve.
Lo peor es que los seudo hinchas que tienen la escoba ven en todo esto algo "bueno", como si estuviesen ayudando a su equipo, cuando en realidad lo que hacen es generar rechazo y verguenza, a la vez que matan aquello que dicen amar: el fútbol.
Gran columna tití.
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